Si estamos en una democracia representativa, los políticos no tienen por qué cumprir ni el programa ni las promesas electorales por las cuales les vota el pueblo.
Asi que, efectivamente, la soberanía nacional reside en los partidos políticos.
El problema está en que ni siquiera estamos en una democracia realmente representativa. Se entiende el juego político como un mercado, y las elecciones son la cuenta de resultados. En virtud de ella los partidos reciben más subvención o menos, lo que les da la oportunidad de tener una mejora competitiva con respecto a sus rivales. Aquí también el pez grande se come al chico y se llega a la concentración de capital. Subsisten las dos grandes formaciones estatales y las que tienen relevancia en sus feudos autonómicos. Como en la competitividad empresarial se rechaza el monopolio (partido único no, por dios)*, pero al final es elegir entre Coca-Cola o Pepsi. El resto de maneras de ver el mundo, la pluralidad de visiones que para bien o para mal tenemos los seres humanos quedan fagocitados por ese oligopolio mental que son los grandes partidos. En las elecciones de 1979 los dos partidos mayoritarios (UCD y PSOE)sumaron el 65% de los votos, en las del año pasado PP y PSOE obtuvieron el 84%. La idea de que el programa electoral de una formación política es el contrato que esa formación firma con la sociedad es una falacia, porque aquí los contratos incumplidos no pueden ser denunciados ante ninguna instancia, y como no hay programa político que respetar los partidos dejan de ser políticos(que además de engorroso es arriesgado) para ser gestores de los recursos de la administración. ¿Que tiene que ver el pueblo con todo esto? Poco y mucho. Poco porque el truco fundamental de todo esto es que el ciudadano sienta la política como algo ajeno, propio de una casta de personas especialmente dotadas para el manejo de las arcanas sutilezas del poder. Mucho, porque frente a esta dejación de responsabilidades hay mejores actitudes que el lánguido desinterés o el orgulloso desdén de quien se ve a sí mismo moralmente por encima de toda esa farsa. ...Y a todo este compendio de cosas, queridos amigos, se le llama "sistema de representación burgués".
*Me hace gracia recordar una entrevista a un responsable cubano, en la que contaba cómo un responsable de la administración norteamericana le decía que en Cuba no hay democracia porque tienen un sólo partido. El cubano le decía que tampoco los americanos tenían mucho más, que sólo tenían dos partidos y que en realidad es el mismo. Algo de razón tenía el cubano, distinguir entre demócratas y republicanos no es muy diferente de preferir la Pepsi a la Coca-Cola. Y cada vez nos parecemos más a ellos.
..."Zentropa" es un nombre extraño, como de fármaco, resultado de unir "Zentrum" con "Europa"; un nombre que suena a capitalismo antiguo pero práctico, fríamente publicitado. Nos coloca justo en el principio de una historia común fría, práctica. Así empiezo, con una cuenta atrás (voz de Max von Sydow, película de Lars von Trier) y estoy en Europa...
no me extraña
ResponderEliminar¿Eso es todo? Rodaron muchas cabezas para poder escribir "en el pueblo".
ResponderEliminarsi, pero es mentira que resida en el pueblo.
ResponderEliminarSi estamos en una democracia representativa, los políticos no tienen por qué cumprir ni el programa ni las promesas electorales por las cuales les vota el pueblo.
Asi que, efectivamente, la soberanía nacional reside en los partidos políticos.
El problema está en que ni siquiera estamos en una democracia realmente representativa. Se entiende el juego político como un mercado, y las elecciones son la cuenta de resultados. En virtud de ella los partidos reciben más subvención o menos, lo que les da la oportunidad de tener una mejora competitiva con respecto a sus rivales. Aquí también el pez grande se come al chico y se llega a la concentración de capital. Subsisten las dos grandes formaciones estatales y las que tienen relevancia en sus feudos autonómicos. Como en la competitividad empresarial se rechaza el monopolio (partido único no, por dios)*, pero al final es elegir entre Coca-Cola o Pepsi. El resto de maneras de ver el mundo, la pluralidad de visiones que para bien o para mal tenemos los seres humanos quedan fagocitados por ese oligopolio mental que son los grandes partidos. En las elecciones de 1979 los dos partidos mayoritarios (UCD y PSOE)sumaron el 65% de los votos, en las del año pasado PP y PSOE obtuvieron el 84%.
ResponderEliminarLa idea de que el programa electoral de una formación política es el contrato que esa formación firma con la sociedad es una falacia, porque aquí los contratos incumplidos no pueden ser denunciados ante ninguna instancia, y como no hay programa político que respetar los partidos dejan de ser políticos(que además de engorroso es arriesgado) para ser gestores de los recursos de la administración.
¿Que tiene que ver el pueblo con todo esto? Poco y mucho. Poco porque el truco fundamental de todo esto es que el ciudadano sienta la política como algo ajeno, propio de una casta de personas especialmente dotadas para el manejo de las arcanas sutilezas del poder. Mucho, porque frente a esta dejación de responsabilidades hay mejores actitudes que el lánguido desinterés o el orgulloso desdén de quien se ve a sí mismo moralmente por encima de toda esa farsa.
...Y a todo este compendio de cosas, queridos amigos, se le llama "sistema de representación burgués".
*Me hace gracia recordar una entrevista a un responsable cubano, en la que contaba cómo un responsable de la administración norteamericana le decía que en Cuba no hay democracia porque tienen un sólo partido. El cubano le decía que tampoco los americanos tenían mucho más, que sólo tenían dos partidos y que en realidad es el mismo. Algo de razón tenía el cubano, distinguir entre demócratas y republicanos no es muy diferente de preferir la Pepsi a la Coca-Cola. Y cada vez nos parecemos más a ellos.
Dase por boa a resposta do candidato?
ResponderEliminarOlé por Colás. Qué bien explicado.
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